Así son las cosas, por lo menos de momento, quizás en un año mas pueda decir algo distinto, pero ahora es la sensación que tengo, soy una esclava a los pies del monte, tratando de imaginar (sin lograrlo) como serán los dioses que gobiernan nuestras vidas y deciden nuestros destinos. Misteriosos todos ellos, imposibles de conocer, su sola existencia intimida, y si por algún milagro del destino cruzaran mis pies el camino del alguno, deberé bajar la mirada para no ofender a tan altas deidades, de quienes apenas conozco sus nombres y una que otra imagen encontrada en Internet o en algún volante corporativo en el que se difunde algunas de las brillantes ideas y creaciones de los semidioses...
.
El problema es que los esclavos están tristes, sus almas se apagan, sus mentes se duermen, sus corazones se convierten en piedra, nadie recuerda que existen, a nadie le importa lo que piensen o sientan, nunca les preguntan, nunca les avisan, solo reciben una orden o reciben la noticia de hechos ya consumados, y resignados inclinan la frente, siguen trabajando y siguen esperando ¿Y que esperan? a que el Metro que pasa por ti, también pase por ellos, y no sobre ellos.